Durante los dos últimos siglos de la Edad Media la Iglesia siguió siendo concebida como una sociedad fuertemente compaginada, jerarquizada con sumo rigor, Sin embargo, la continuidad debía engendrar el cambio, y esto ante todo porque la constancia vino a parar en exageración, suscitando su contrario. Las dificultades no se manifestaron todas al tiempo en los diferentes ámbitos de la vida religiosa, ni se desarrollaron del mismo modo en las diferentes regiones. La obra evoca en primer lugar la lucha por el poder, para pasar después al análisis de la fe y de la piedad; trata los retos lanzados a la faz de la Iglesia y posteriormente analiza las respuestas que recibió
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