Propone una lectura procesual de la noción de cultura para discutir las implicaciones políticas que tiene el manejo contemporáneo de la noción por parte de algunos grupos. Pretende examinar la tensión permanente que parece decidir el manejo cultural: por un lado, la perspectiva de la cultura como mercancía, en tanto bien intercambiable, en cuyo caso una de las opciones planteadas por los individuos sería la de experimentarla de manera secular e irónica. Del otro, se encuentran las prácticas que expresan el culturalismo esencialista, de tipo naturalizante y fundamentalista
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