Los diarios personales y las memorias autogiográficas son una fuente excepcional para conocer la vida diaria de los alumnos colombianos. Entre 1830 y 1930 la jornada de estudio de los alumnos internos y externos incluía horas para la misa y la oración, las clases, el repaso de las leccionesm el recreo, las comidas, las lecturas y la revisión del aseo personal. Bien fuera de cinco de la mañana a nueve de la noche en el caso de los internos, o desde las ocho de la mañana hasta las cinco de la tarde para los externos, cada actividad se cumplía bajo una vigilancia permanente y con una estricta disciplina. El objeto del artículo es conocer la rutina escolar de los estudiantes colombianos desde la óptica de testigos presenciales, en una centuria donde se emprendieron más campañas educativas que nunca antes en la historia del país
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