El espiritismo nace en Estados Unidos hacia mediados del siglo XIX, desde donde se propaga a Europa y luego a América Latina. Los más tempranos indicios de su arribo a Chile se remontan a la década de 1860. Tras años de ser cultivado en privado, con recelo, en la década de 1870 nace en Santiago el primer centro espiritista, secundado por su propio órgano de prensa. El autor se concentra en el análisis de uno de los rasgos definitorios del espiritismo: el intento por hacer de la sesión un remedo de la experiencia del laboratorio, capaz de probar empíricamente la existencia del alma con independencia del cuero. El ritual oficiado por el médium, propiciador de la manifestación de los difuntos, se postulaba entonces, como la instancia de certificación de su inmortalidad. En tanto aprehensible a los sentidos, esos testimonios probatorio del Más Allá actuaban como una comprobación teóricamente accesible a cualquiera
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