Este artículo tiene como objetivo hacer un balance de la arqueología colombiana desde dos perspectivas relacionadas pero poco articuladas en la práctica: la investigación empírica y el trabajo de campo orientado al estudio sobre el desarrollo de la agricultura y el surgimiento de cacicazgos, y la discusión teórica. Se hace un seguimiento de los principales aportes desde las dos orillas pero, también, los enormes problemas que implica el mutuo desconocimiento que últimamente se ha desarrollado. En particular se hace una crítica de la arqueología pretendidamente no teórica y de la teoría que en nada se vincula a la práctica de investigar el pasado y que no ha aportado lo prometido, incluso, en su pretensión de generar narrativas propias
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