Partimos de los fundamentos de la polis griega en el poder comunicativo de los ciudadanos, que se convertiría en momento constitutivo de las democracias modernas. Por ello pesamos que un aspecto determinante de la crisis de la modernidad es cuando la ciudad moderna pierde su Sprachlichkeit (Wellmer), su lenguaje específico. Esta pérdida de la comunicación en la ciudad moderna permitió que la modernidad se desarrollara unilateralmente como modernización. En el funcionalismo se ha tratado de simplificar la ciudad para ser instrumento al servicio del individuo o masificar a las personas al servicio de una ciudad, instrumento ella de la productividad. Pensar la ciudad hoy, desde una perspectiva ética, exige una gran confianza en los procesos educativos de los niños y jóvenes y en las actividades formativas de los ciudadanos. Sólo así se puede reconstruir el tejido comunicativo que dinamiza la ciudad y le devuelve su "claridad laberíntica". Una ética de la comunicación es un proyecto para relacionar discursos y prácticas inspiradas en el utilitarismo y el pragmatismo en relación con la información y la infraestructura comunicativa de la ciudad, en el contextualismo y comunitarismo fomentados por la ciudad como red de solidaridad, y en el neocontractualismo de un renovado pacto urbano que haga de la ciudad, realmente lugar de encuentro y convivencia.
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