El texto muestra los diversos derroteros que siguieron esos pueblos, tarahumaras y tepehuanes, oscilando entre el repliegue a las zonas inhóspitas y la vida bajo las condiciones impuestas por los invasores, logrando sobrevivir aun en situaciones de miseria y hostilidad, si bien fueron despojados paulatinamente de los recursos naturales. Los apaches sucumbieron luchando por mantener un antiguo modo de vida guerrero y libre para el cual la civilización occidental no concebía espacios. Los apaches no son en Chihuahua más que un nombre en el viento del pasado; los raramuris, en cambio, son una presencia lacerante que exige su derecho a una cotidianidad cultural distinta, pero en condiciones de igualdad económica y social.
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