Las relaciones entre redes personales y capitales institucionales, están en el centro de reflexión de este artículo. Tomando como ejemplo el papel de quien fuera tesorero de la Real Hacienda de Quito en las décadas de 1730 y 1740, se argumenta a favor de la imposibilidad de entender el establecimiento de relaciones sociales, sin la mediación de las instituciones y viceversa. Por un lado, el éxito obtenido en un terreno, se reflejaba en la ampliación de posibilidades en el otro. Por otro, los individuos, que a veces se definían por un medio, en ocasiones distintas se identificaban con dos facetas del mismo problema, el de la constante reconfiguración del poder.
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