Fue una realidad dispersa la que sirvió para construir un discurso quejoso y disminuido que valoraba grandes unidades para oponerlas a la multiplicidad de paisajes que premiaban un aparente aislamiento. Los estudiosos de nuestra historia se acercaban con temeridad a lo intrascendente, lo pequeño, lo múltiple y lo oponían a las desicivas unides de otras civilizaciones. Esta temeridad impidió comprender que sobre nuestra realidad pesaba más la magnitud dispersa y la unidad diversa. Dispersión y diversión deberían ser los conceptos que nos aproximarían a la realidad colombiana sin los complejos de la historiagrafía
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