En este artículo, que asume que el museo es un texto históricamente construído y políticamente intencionado, se argumenta que el museo histórico es un dispositivo de poder que direcciona la memoria social y construye una mirada pre-significada. De esta manera, los receptores del discurso del museo reciben una versión de la historia que, otras historias, aparece como si fuese historia. Pero los receptores pueden convertirse en agentes activos de la transformación de este discurso, de tal menera que la hegemonía que ha disfrutado por años se ponga en cuestión y se prepare el camino para nuevos y más amplios espacios discursivos
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