No siempre somos contemporáneos de nuestro presente. Nuestra primera formación intelectual se produce en el marco de una circunstancia en las que nos ha tocado vivir, pero que no necesariamente hemos elegido. Estas primeras formas de socialización construyen, de manera perdurable, tendencias y expectativas, concepciones y representaciones, que se constituyen en el patrón y el modelo de nuestra manera de vivir e interpretar el mundo. Las circunstancias cambian, pero las antiguas formas de pensamiento adquiridas no se transforman de acuerdo con las nuevas condiciones, con el resultado nefasto de que comenzamos a pensar los nuevos problemas que aparecen en el horizonte en la inercia de categorias de pensamiento aprendidas para pensar un tipo de situaciones ya superadas.
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