La revolución tecnológica del siglo XX trajo consigo un nuevo entorno en el cual predominan la imagen y lo audiovisual. La formación del gusto y el desarrollo de la experiencia estética encuentra su partitura en una poderosa industria electrónica y del espectáculo, en el mercado y el show. En este contexto reenfocar la reflexión sobre el vínculo entre políticas públicas, patrimonio intangible y artes escénicas resulta fundamental
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