La emancipación latinoamericana tenía un doble carácter: independentista, con el propósito de romper el dominio de las metrópolis, y revolucionario, para transitar hacia un sistema social mejor. Y si bien el primero fue alcanzado, el segundo con frecuencia no se logró; las revoluciones independentistas solo triunfaron, y bajo preceptos moderados en las zonas donde el modo de producción feudal era muy débil o no existía. Por ello, en el resto de Hispanoamérica se hizo imprescindible culminar el ciclo de las revoluciones burguesas más tarde, en la segunda mitad del siglo XIX, cuando las llamadas reformas liberales impulsaron transformaciones radicales
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