Las actuales dificultades financieras de México se comprenden mejor en el contexto de las tendencias mucho más amplias de las finanzas internacionales, durante los últimos diez a quince años -la globalización de las finanzas- en las que México ha participado y de las que se ha beneficiado. Como resultado de un muy rápido avance en las telecomunicaciones y de las tecnologías basadas en la computación, ha surgido una dramática expansión de los flujos financieros dentro y fuera de los países. Estas presiones basadas en la tecnología, han afectado el comportamiento de los mercados hasta un punto tal que los gobiernos, incluso los renuentes, se han sentido progresivamente forzados a desregular y liberar el crédito interno y los mercados financieros. México fué percibido como el modelo de transición económica y política de un sistema rígido dirigido por el Estado hacia una estructura de libre mercado. Empezando de muy bajo a mediados de los ochenta, México logró hacer un giro de forma tan extraordinaria que muchos de los ministros de finanzas y banqueros centrales de los países en vías de desarrollo miraban hacia, y consultaban a, sus contrapartes en México para aprender los mecanismos que las autoridades mexicanas habían empezado a alcanzar el status cercano al del primer mundo. De hecho, a México se le admitió en 1994 en la OCDE, la organización de naciones industrializadas, un distintivo facto, del status de primer mundo
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